Artículo original publicado por Martín Kanenguiser en Infobae
Dos economistas que en las últimas semanas fueron tanteados por diferentes sectores del oficialismo para liderar el Palacio de Hacienda, les brindaron a sus interlocutores una respuesta negativa pero cordial (nunca hay que ser demasiado tajante en política), con argumentos similares, pese sus diferencia de estilo y de background.
“En estas condiciones, no se puede asumir”, repitieron casi en forma calcada. Luego, en privado, ampliaron un poco más el concepto: “¡Ni loco: no puedo porque no se sabe quién es el jefe!”, afirmó un analista que ya pasó por el Poder Ejecutivo con Cristina Kirchner. “Las urgencias son del resto; no hay condiciones para asumir”, agregó el otro candidato, que también pasó por el gobierno y que tiene excelentes contactos en el mundo financiero y en la política.
En la lista de eventuales reemplazantes del ministro Martín Guzmán -muy enfrentado al bloque oficialista en el Congreso con cada iniciativa que envía, como el presupuesto 2022 y la ley de Hidrocarburos, entre otras- había dos candidatos cuyas acciones bajaron en forma notable con el resultado de las elecciones primarias (Cecilia Todesca y Augusto Costa), aunque si el kirchnerismo optara por “radicalizarse” después de los comicios de noviembre, podrían resurgir, o sumarse la obediente secretaria de Comercio Interior, Paula Español. “Augusto o Paula son ideales para el trabajo sucio que se viene, sin mucho prestigio por perder”, comentó un integrante del Gobierno.
Si avanzara el reemplazo de Guzmán tras la votación, otros dos se mantienen en pie: el ex viceministro Emmanuel Álvarez Agis -quien afirma en privado que la solución a la inestabilidad actual no consiste en profundizar el cepo, si no reducir la brecha cambiaria del 90% con señales de confianza: la promesa de firmar este año un acuerdo con el FMI y que el déficit fiscal no supere el 3,3% del PBI- y el ex presidente del Banco Central Martín Redrado, quien dialoga cada tanto con la vicepresidente Cristina Kirchner en forma telefónica. Ante quien quiera escucharlo, del oficialismo y la oposición, Redrado subraya que “Argentina necesita un plan, un equipo y leyes que lo respalden”.
Al respecto, a sus interlocutores, el titular de la Fundación Capital -de viaje de trabajo en Madrid actualmente- les menciona que el ministro Juan Sourrouille logró con el presidente Raúl Alfonsín la ley de desagio que le dio sustento al Plan Austral con la desindexación; Domingo Cavallo la ley de Convertibilidad con Carlos Menem; y Roberto Lavagna la ley de emergencia económica con Néstor Kirchner. Si se dieran las condiciones, imagina impulsar un marco institucional similar, con las características propias de esta delicada coyuntura.
En tanto, el presidente de la cámara de Diputados, Sergio Massa, mencionado por algunos analistas como eventual “superministro”, descarta en forma tajante correrse de su lugar. Y un economista que aparecía como posible ministro antes que Guzmán en 2019, Guillermo Nielsen, ya viajó a Medio Oriente para asumir como embajador ante Arabia Saudita, aunque se mantiene en permanente contacto con la coyuntura argentina, a través de funcionarios y renombrados analistas locales.
En esta lista, varios saben que el gobierno está en su período de mayor debilidad desde que asumió en 2019 y que, como lo muestra la historia de la Argentina al menos, un espacio político con liderazgos resentidos entre sí no puede tomar decisiones acertadas y, mucho menos, implementarlas, más allá de que en el corto plazo intente remontar parte de la derrota de las PASO con el plan “Platita en el Bolsillo”.
De hecho, esta tremenda inyección de fondos ya se transformó -junto con la carta de la vicepresidente, que para los inversores implica una ruptura interna sin retorno- en uno de los motivos para que los dólares financieros se hayan disparado en las últimas semanas y que el Banco Central haya perdido reservas por casi USD 1500 millones en septiembre.
Como señaló el último informe de Quantum de Daniel Marx, “aun en el marco de las ganancias registradas por mejores precios internacionales de nuestras exportaciones agrícolas, se profundiza la pérdida de dólares del BCRA y aumentan las expectativas de modificaciones en la política cambiaria después de las elecciones de noviembre, incluyendo la alternativa de ajustes discretos en el tipo de cambio oficial”.
“Considerando el tipo de cambio oficial, se requeriría un salto nominal del 20% para llevar el bilateral real pesos-dólares a los niveles de diciembre de 2020. Por otro lado, la brecha del orden del 97% con los tipos de cambio libres es un reflejo del contexto actual de incertidumbre”, advirtió en un informe a sus clientes.
En esta sintonía, la consultora ECO GO de Marina Dal Poggetto, “a la pérdida del balance cambiario en el MULC, se le adiciona a la cuenta el efecto de la intervención creciente en el mercado de bonos, para contener el tipo de cambio MEP. Según nuestro seguimiento, la intervención llegó a superar nuevamente los USD30 millones diarios en la semana y en el mes volvió a ubicarse por encima de los USD 420 millones”.
“Los efectos de la crisis produjeron que el BCRA tuviera que desprenderse divisas por casi USD1.400 millones a lo largo de septiembre, situándose solamente por debajo de los montos perdidos doce meses atrás cuando tuvo que acentuar el control de cambios (Com “A” 7030″). ¿Se vendrán nuevas medidas?”, concluyó el equipo que lidera Sebastián Menescaldi, haciéndose eco del rumor del mercado: el Gobierno no puede esperar 45 días de brazos cruzados hasta las elecciones si continúa esta sangría de reservas y la suba de los billetes paralelos; el problema, claro está, es que tampoco puede aplicar un torniquete excesivo en medio de una campaña electoral. ¿Será una nueva traba al contado con liquidación o mayores trabas a las importaciones?
Mientras tanto, curiosamente, el Gobierno genera una maniobra similar a la supuesta “fuga de capitales” de la que acusa a la gestión de Mauricio Macri. “Están vendiendo dólares a través del MEP (compran bonos contra dólares y venden bonos contra pesos) y los que compran esos dólares no figuran como formación de activos externos o ‘fuga de capitales’. Entonces la fuga de estos meses, que no es muy alta, aparece más baja de lo que es”, advirtió un ex funcionario del Central.
En este contexto de desorientación, se repiten las conductas que ya se observaron en otras etapas de la Argentina: cuando convocan a alguien -sindicalista, político o empresario- a la Casa Rosada, intenta sacar una ventaja para su sector, sin preocuparse demasiado por el resto, porque sabe que siempre es más fácil obtener un saldo a favor cuando el poder de turno necesita un respaldo, o al menos alguien que lo escuche.
Este mismo principio es válido para anticipar el tono de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), porque, más allá de la debilidad actual de su directora gerente, Kristalina Georgieva, por su rol en el escándalo de manipulación de cifras de China, es el gobierno argentino el que enfrenta vencimientos impostergables por unos 19.000 millones en 2022 con el organismo multilateral.
Por lo tanto, tanto el staff como los accionistas más importantes del Fondo insistirán en su demanda de que el Gobierno exhiba un programa económico consistente -como señaló el subsecretario del Tesoro de EE.UU, Wally Adeyemo, que genere empleo privado- para poder acceder a refinanciar a 10 años la deuda de USD 45.000 millones.
En todo caso, el staff podrá ser más flexible con el pedido de un ajuste inicial, pero la lista de reformas no cambiará demasiado en un programa de mediano plazo. Y, dadas las circunstancias, aunque siempre destacará que se mantiene “el diálogo”, no será el Fondo quien se apure a cerrar el acuerdo, sobre todo si no sabe si su interlocutor seguirá en su cargo o si tiene el poder suficiente como para cumplir lo que promete, como es el caso del ministro Guzmán y del representante argentino en el organismo , Sergio Chodos, un abogado al que en Washington elogian por su “brillante pensamiento lateral”, aunque adviertan que a veces, por “su extravagancia”, se pierde en sus propias ideas sin conectarse demasiado con la realidad.
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