Artículo original publicado por Martín Kanenguiser en Infobae, el 13 de marzo de 2022.
El ex subsecretario de Energía Nuclear de la Argentina, Julián Gadano, afirmó que el Gobierno avanzó demasiado lento en esta materia en más de dos años de gestión y destacó que “el gasoducto Néstor Kirchner es una iniciativa positiva pero debe ser financiada por el sector privado”.
En una entrevista con Infobae, el sociólogo que desempeñó esa función en el gobierno de Mauricio Macri trabajó previamente en el directorio de la Autoridad Regulatoria Nuclear y es miembro de organismos internacionales, explicó que “la suba en los precios internacionales de la energía a raíz de la invasión rusa a Ucrania generará un mayor gasto para el Gobierno por el déficit energético local”.
Además, este experto de 57 años consideró que en el país “se observa una parálisis casi total en los proyectos principales: en el reactor Carem se avanzó casi nada en estos dos años y tampoco en nuevos proyectos de centrales. Ahora han firmado un contrato comercial con la empresa China CNNC que es una copia del que habíamos negociado nosotros, pero que está ‘flojo de papeles’ por todos lados”.
“Es un poco irracional tener centrales nucleares y cerrarlas -no teniendo gas o petróleo- porque a 15.000 kilómetros de tu casa hubo un accidente”
— ¿La invasión rusa a Ucrania debería replantear el progresivo abandono de la energía nuclear de los últimos países? ¿Cuáles serían las ventajas y desventajas de retomar esta fuente?
— Creo que sí. Además de los temas asociados al cambio climático y la transición, los países europeos que decidieron moverse hacia el blackout nuclear, ya sea porque no le extienden la vida a sus reactores en operación o porque -aún más- apagan sus reactores antes del final de su vida (el caso más paradigmático es Alemania) se encuentran en una situación de enorme dependencia de la importación de energía de origen fósil. La confianza extrema en la “revolución de las energías renovables” más cierto poder de presión de grupos políticos anti-nucleares ha llevado a algunos países europeos a tomar decisiones que -entiendo- son irracionales, en tanto no son productores de recursos fósiles, como gas o petróleo. Si se reflexiona, es un poco irracional tener centrales nucleares y cerrarlas -no teniendo gas o petróleo- porque a 15.000 kilómetros de tu casa hubo un accidente. Lo digo con todo respeto por las decisiones que toma cada país. Y esta irracionalidad hoy es muy visible. Imposible no relacionar la prudencia alemana en las sanciones a Rusia con sus exportaciones de gas, con la dependencia de Alemana sobre el gas ruso.
— ¿Y qué ocurre con la transición energética?
— Oscilaciones políticas aparte, los actores involucrados con el campo de la energía están haciendo sus planes asumiendo que la energía de fuente fósil llegará a su fin entre 2050 y 2060. No porque se termine el recurso sino porque habrá iniciativas públicas para dejar de usarlo, a efectos de cumplir con los objetivos de las cumbres climáticas, a partir de los consensos generados en la de París de 2015 (COP21). Y la transición energética hay que estructurarla con las tecnologías que tenés disponibles hoy, con costos razonables y a escalas posibles. Esto significa que seguramente en algún futuro habrá almacenamiento masivo (usando o no hidrógeno verde como vector) fusión nuclear y otras fuentes. Pero hoy no lo tenés. Entonces tenés que planificar con lo que tenés. ¿Y qué tenés? En primer lugar, energías renovables, que hoy ya son una realidad, han bajado mucho sus costos y sus precios, y crecen en el mundo. Pero las energías renovables más disponibles y más baratas (eólica on-shore y solar fotovoltaica) tienen algunas condiciones de las que por ahora no se pueden escapar: son inestables, son intermitentes, las tenés que desplegar no dónde querés sino dónde la naturaleza te lo determina. En resumen, no pueden estar solas. Las tenés que afirmar con recursos que te compensen esos problemas: que le den estabilidad al sistema, que estén disponibles cuando no tenés sol o viento, etc. Y hoy, la única forma de resolver eso sin recurrir a fuentes fósiles –y no querés o no podés importar energía en forma masiva- es recurrir a fuente nuclear.
— ¿Y cambió esta fuente?
— La energía nuclear tal y como la conocemos hasta hoy se sostiene en grandes reactores construidos “ad-hoc” en cada sitio. Ese modelo de negocios funcionó muy bien durante años, pero hoy está en crisis: tiempos largos de construcción, mucho (muchísimo) capital inicial, rigidez en la operación (no podés arrancar un reactor en 5 minutos) y -en algunos países- rechazo social. Es una tecnología cara, y no pensada para las redes eléctricas distribuidas de hoy. La buena noticia es que la industria nuclear se está moviendo hacia otras tecnologías. Centrales basadas en reactores pequeños agrupados modularmente y fabricados en serie, que atacan justamente los dos problemas que muestran los reactores grandes: su costo y su rigidez en cuanto a la disponibilidad. Por eso estoy bastante convencido de que la energía nuclear será un protagonista de la transición energética. Luego de 2050 o 2060 veremos. Pero ahora es necesaria.
“La energía nuclear será un protagonista de la transición energética. Luego de 2050 o 2060 veremos. Pero ahora es necesaria”.
— Uno de los reproches de estas últimas semanas a países de Europa occidental, en particular a Alemania, es haber retrocedido en esta materia y aumentar su dependencia del gas ruso. ¿Es lógica esa crítica?
— Sí, creo que es una crítica lógica. Porque hoy Alemania y otros países que dependen del gas ruso se encuentran en una situación vulnerable. Se enfrentarán a lo que la ciencia política define como “el juego de la gallina”: los países occidentales presionarán a Rusia con sus ingresos por exportaciones, y Rusia a su vez lo hará con los precios del gas y el petróleo. En ese juego Alemania y otros países dependientes del gas ruso se encuentran en situación más vulnerable que -por ejemplo- Francia o Estados Unidos. ¿Cuánto aguantarán los países que dependen de la importación de hidrocarburos con el petróleo y el gas a precios astronómicos?
— ¿Se puede producir una reducción de esa dependencia de corto plazo?
— No en el corto plazo. La energía nuclear no se obtiene en plazos cortos (tres años en el mejor de los casos, y estoy siendo muy optimista) y no hay muchas alternativas. Lo único que puede hacer Europa es abastecerse con lo que esté disponible fuera de Rusia, y no hay muchas opciones: GNL (cuyo principal oferente es Qatar) y no mucho más. Intuyo precios altos y escasez.
— Las sanciones energéticas a Rusia, como las restricciones planteadas por EEUU y la UE, ¿no pueden tener un efecto contraproducente en materia de oferta y de precios, tal como se observó preliminarmente en estas semanas?
— Sí, es el escenario más probable en el corto plazo. Salvo, por supuesto, que el conflicto se arregle de alguna manera.
— ¿Cuál es el efecto de esta suba de precios de la energía sobre la economía argentina, en particular porque habrá más ingresos por exportaciones pero también más gasto por aumento en las importaciones de gas?
— No soy experto en el tema, pero me parece que el balance será negativo. Los ingresos adicionales por importaciones de granos serán más que superados por las compras de energía que Argentina deberá hacer en un mercado marcado por la escasez y los altos precios. Los ingresos por el campo mejorarán en sus precios, pero no en volumen, sino por el impacto de la sequía. Habrá seguramente mayor ingreso en el balance final, pero habrá que verlo, porque seguramente además muchos productores ya negociaron ventas a otros precios. Veo un balance negativo para las cuentas externas de Argentina. Es más, no sólo precios altos sino probablemente escasez de oferta, con Alemania demandando todo lo que esté disponible.
“Veo un balance negativo para las cuentas externas de Argentina. Es más, no sólo precios altos sino probablemente escasez de oferta, con Alemania demandando todo lo que esté disponible”.
— ¿Cuál es la situación del desarrollo de la energía nuclear en la Argentina en los últimos dos años: se avanzó o se frenaron proyectos?
— Lo que se observa es una parálisis casi total en los proyectos principales: en el reactor Carem se avanzó casi nada en estos dos años y tampoco en nuevos proyectos de centrales. Ahora han firmado un contrato comercial con la empresa China CNNC que es una copia del que habíamos negociado nosotros, pero que está “flojo de papeles” por todos lados: no está el contrato financiero, no están los avales en el Congreso, no está el contrato de transferencia de combustible; nosotros en esas condiciones no habíamos firmado porque faltaba todo eso, y no veo qué haya cambiado ahora para que ahora sí se pueda firmar. No quiero opinar sin tener toda la información sobre la mesa, pero huele más a un intento de dar una señal hacia China que otra cosa. Entonces, vemos que se avanzó poco en el Carem (menos de 5%) y tampoco hay nada concreto en cuanto a expansión del parque, la realidad es que prácticamente no se han movido en dos años. Claro que la pandemia fue un limitante enorme, pero la realidad es que los avances fueron muy pobres.
— ¿Qué beneficios traerá en términos de oferta la construcción del gasoducto Néstor Kirchner?
— El gasoducto es necesario pero lo tiene que financiar el mercado; no creo que todos los proyectos los deba financiar el mercado, pero si de un lado está la segunda reserva de gas no convencional del mundo y del otro lado está quién te quiere comprar el gas teóricamente debe haber mercado. Entiendo que la situación macroeconómica conspira obviamente -y conspiró cuando estábamos en el gobierno- pero no puede ser que la salida sea el financiamiento público. Si no podemos lograr que esa inversión privada en un gasoducto estamos complicados, sobre todo si se le dan algunas garantías normativas a los inversores.
Si de un lado está la segunda reserva de gas no convencional del mundo y del otro lado está quién te quiere comprar el gas teóricamente debe haber mercado.
— ¿La apuesta a las fuentes de combustibles tradicionales no va en contra del tratado global que busca combatir el Cambio Climático?
— En la Argentina en todo caso habrá una apuesta a Vaca Muerta, pero eso no es tan problemático porque por un lado el gas es menos emisor que el carbón y los líquidos, y por otro lado se puede exportar la producción -al menos en parte- y no quemarla acá.
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