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Dos de los candidatos a reemplazar a Guzmán no aceptaron por creer que la situación es muy complicada

Por distintas razones, los dos protagonistas de los rumores de las últimas semanas, Sergio Massa y Emmanuel Álvarez Agis, no ven que estén dadas las condiciones para asumir en el Palacio de Hacienda.

Artículo original publicado por Martín Kanenguiser en Infobae, el 3 de julio de 2022. 

El ciclo estaba agotado: los agentes económicos lo sabían y la coalición gobernante también, pero las certezas llegaban hasta ahí. Con un Gobierno partido y la crisis macroeconómica que se había trasladado al peligroso campo de la política cambiaria, solo era cuestión de tiempo.

Dos de los protagonistas de los rumores de las últimas semanas lo sabían mejor que nadie, Sergio Massa y Emmanuel Álvarez Agis. El primero, desde uno de los tres vértices de un poder político que cada día se licúa más, pensando si su momento es ahora o si hay margen para esperar para ser uno de los candidatos presidenciales en 2023.

El otro, ex viceministro de Economía con Axel Kicillof, convertido en uno de los analistas privados más consultados entre los empresarios locales y los inversores extranjeros, conoce mejor que nadie a los protagonistas pero dudaba si estaban dadas las condiciones para asumir y torcer el rumbo de una crisis que apunta a derivar en una inflación cercana al 90% este año si la situación se encauza.

“Esto termina de confirmar que los bonos a 20 centavos no estaban baratos si no caros; a 5 centavos alguno puede empezar a mirarlos”, comentó un trader desde el verano de Manhattan.

Las palabras del presidente en un canal de televisión en las que ratificó a Martín Guzmán hace tan solo 48 horas y la posterior renuncia del ministro terminaron de espantar a los inversores: “La palabra presidencial se terminó de devaluar”, comentó con pesar un ejecutivo del sistema financiero que tuvo que interrumpir su descanso para atender las llamadas de los pocos clientes del exterior que siguen interesados por las novedades de la Argentina. “Esto termina de confirmar que los bonos a 20 centavos no estaban baratos si no caros; a 5 centavos alguno puede empezar a mirarlos”, comentó un trader desde el verano de Manhattan.

Al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, le pasó lo mismo: se enteró del cambio, que estaba promoviendo desde hace varias semanas, mientras estaba en la cancha de Tigre viendo el partido contra Talleres de Córdoba, que terminó con un empate 1 a 1.

Atónito, comenzó a hablar con su círculo íntimo, con un dilema de hierro: ¿asumir ahora, cuando algunos lo ven como el candidato ideal para encauzar la situación, o esperar su turno hasta fines de 2023 cuando puede liderar eventualmente el Poder Ejecutivo?.

Hasta hace unos días, su respuesta era tajante: “No me voy a convertir en un ministro más cuando estoy entre los tres que deciden”.

“Uno no elige cuando entrar; a veces las circunstancias lo determinan”, comentó, resignado, uno de sus colaboradores que creía que el desembarco era inevitable.

“Varios perdimos la capacidad de interpretarlos. El Gobierno es una murga a contramano”, sentenció Álvarez Agis ante algunos colegas de confianza.

Palabras similares se le escucharon a otro candidato, el ex viceministro Emmanuel Álvarez Agis, días atrás, cuando en una charla con inversores consideró que las peleas entre Alberto Fernández y su vice marcaban “el principio del fin”. Luego, más resignado que enojado, dijo que no podía comprender los permanentes ataques del kirchnerismo duro hacia el presidente a tantos meses de las elecciones. “Varios perdimos la capacidad de interpretarlos. El Gobierno es una murga a contramano”, sentenció ante algunos colegas de confianza.

De hecho, aunque estaba bastante en desacuerdo con las ideas e iniciativas del ex secretario de Comercio Interior Roberto Feletti, valoró que el contador que fue vice de Amado Boudou hubiera renunciado por no estar de acuerdo con las ideas de Guzmán y de Matías Kulfas, otros de los leales que cayó bajo la guillotina de Cristina Kirchner, o, como señalan otros con sorna, que “se avivó y se fue antes de que esto explotara”. En cualquier caso, testigos presenciales afirman que, estas semanas, Kulfas parece más aliviado que cuando tenía que tolerar los constantes ataques de la vicepresidenta y su entorno. Ahora Guzmán puede percibir una sensación similar por haber renunciado, en lugar de haber adoptado las inevitables y duras medidas cambiarias y macroeconómicas necesarias para corregir esta crisis.

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