Por su parte, los controles de capitales, a las importaciones y a los precios “continuarán complicando el ambiente de negocios”, advirtió la entidad multilateral.
En cambio, destacó que las inversiones previstas para poner en marcha el gasoducto Néstor Kirchner“deberían mejorar las cuentas fiscales y la cuenta corriente al reducir el costo de las importaciones”.
Por otro lado, consideró que “la exposición a los efectos de contagio financieros internacionales está limitada por la dependencia de la financiación externa oficial”, ante la falta de acceso a los mercados voluntarios de deuda desde principios del 2018, cuando el país tuvo que firmar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
De todos modos, subrayó que “el contexto es altamente desafiante dada la necesidad de reducir la inflación desde tasas recientes superiores al 80% interanual, mientras se permite la depreciación del peso y la reforma de los subsidios energéticos” a través de una suba de las tarifas a los servicios públicos en el AMBA, un difícil equilibrio que el equipo económico conoce frente a la meta de inflación del 60% que proyectó para este año. Por su parte, los analistas privados prevén que la inflación ronde el 99% este año, según el último relevamiento de expectativas del mercado (REM) que publica el Banco Central.
En octubre pasado, durante la conferencia anual del FMI y el BM, el economista jefe del banco para América latina, William Maloney, ya había proyectado que la economía crecería 2% este año y consideró clave “bajar la inflación, mantener el presupuesto fiscal sano. Es temprano para hablar de hiperinflación”, una temida palabra que también utilizó meses atrás el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein.
Una región complicada
El banco, que el año pasado comprometió préstamos por USD 1.795 millones para el país, estimó en el informe conocido hoy que “la región de América Latina y el Caribe ha crecido un 3,6 % en 2022. La fuerte expansión de la primera mitad del año estuvo impulsada principalmente por el consumo, respaldado por la recuperación de los mercados laborales. Sin embargo, la actividad se debilitó a fines del año pasado a medida que comenzaron a sentirse la desaceleración del crecimiento mundial y la restricción de las condiciones financieras”.
Además, sostuvo que “la inflación aumentó de manera significativa en 2022 y en muchos países alcanzó el valor máximo en varias décadas; las presiones sobre los precios se extendieron a una amplia gama de bienes y servicios. Los precios de los alimentos aumentaron con especial rapidez”.
“La inflación general parece haber alcanzado su punto máximo a mediados de año en la mayoría de los países, pero sigue siendo muy superior a las metas de los bancos centrales. En consecuencia, durante el año pasado, estos continuaron elevando las tasas de política, que llegaron a los dos dígitos en las economías más grandes de la región”, precisó.
Para este año, agregó, “se espera que el crecimiento de América Latina y el Caribe se desacelere marcadamente hasta el 1,3 % en 2023, para recuperarse un poco, al 2,4 %, en 2024″.
“Esta desaceleración refleja tanto los esfuerzos de las autoridades monetarias por controlar la inflación como los efectos secundarios de un panorama mundial poco auspicioso”, indicó.
Al respecto, consideró que “con el crecimiento algo lento de Estados Unidos y China se reduzca la demanda de exportaciones, mientras que el aumento de las tasas de interés estadounidenses probablemente implique que las condiciones financieras seguirán siendo restrictivas”.
“Las proyecciones indican que la lentitud del crecimiento mundial incidirá en los precios de los productos básicos, lo que debilitará la relación de intercambio de América del Sur”.
Según las previsiones, “la inversión regional disminuirá este año como consecuencia del aumento de los costos del financiamiento, la escasa confianza empresarial y la fuerte incertidumbre normativa”.
De todos modos, el informe advirtió que este panorama “presenta riesgos adversos: un crecimiento mundial más débil de lo previsto podría afectar significativamente los precios de los productos básicos, lo que socavaría la actividad económica de los países exportadores de la región”.
A su vez, “un mayor endurecimiento de las condiciones financieras mundiales también podría generar tensiones financieras en las economías más vulnerables”.
También, “la inflación interna en América Latina y el Caribe podría ser más persistente de lo previsto, lo que podría elevar las expectativas inflacionarias a largo plazo”.
“En ese caso, para controlar la inflación de forma duradera quizá se requiera un considerable incremento adicional de las tasas de interés. Si bien esto puede ser necesario, podría frenar aún más el crecimiento a corto plazo”.
“En términos más generales, las proyecciones indican un estancamiento de los niveles de vida en la primera mitad del decenio de 2020, con un crecimiento promedio del PIB per cápita del 0,6% anual entre 2020 y 2024″, indicó.
Esta situación “podría dificultar la lucha contra una amplia gama de problemas sociales y agravaría los obstáculos que impiden un desarrollo sostenido e inclusivo en América Latina y el Caribe”, concluyó el Banco Mundial.