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Pese a la grieta, la fuga de capitales se mantuvo en altos niveles desde el fin de la convertibilidad

Mientras el Gobierno intenta atribuirle esta problemática a la gestión de Cambiemos, la formación de activos externos casi no se detuvo en las últimas dos décadas. Salvo en los años 2005 y 2013, mucho tiempo antes de que la Argentina le pidiera el crédito al FMI, la salida de capitales no frenó.


Artículo original publicado por Martín Kanenguiser en Infobae

El Gobierno retomó esta semana el discurso épico sobre el vínculo entre la deuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la denominada “fuga de capitales”, aunque la historia reciente de la Argentina refleje otra realidad.

En su discurso ante la Asamblea Legislativa, el presidente Alberto Fernández afirmó que el crédito del FMI otorgado a la Argentina en 2018 fue el peor fraude y malversación que sufrió el país y reiteró que esos recursos se utilizaron para “financiar” la salida de dólares, por lo que pidió llevar a juicio a quienes lo negociaron.

Luego, el Banco Central indicó que todo el dinero recibido se transformó en divisas que, como señaló el presidente, se “evaporaron”, aunque en realidad se utilizaron para pagar deudas previas al 2016.

Si, más allá de los discursos, se observara el flujo de formación de activos en el sector externo (es así como se denomina técnicamente a la salida de capitales y no fuga, porque no hay delito en la dolarización de una cartera), se podría concluir que desde 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, hasta 2011, cuando Cristina Kirchner terminó su primer mandato, la salida de activos fue muy alta, cercana a los USD 80.000 millones. En ese período, la excepción fue el año 2005, que, con el primer canje de la deuda para salir del default, registró un ingreso neto de USD 1.206 millones.

Fue por esta razón que la expresidenta aplicó un férreo cepo cambiario en su segundo mandato con el que logró disminuir -pero no eliminar- la salida de dólares del sistema financiero local, que se mantuvo hasta el inicio de la gestión de Mauricio Macri. En la gestión de Cambiemos, nuevamente la cifra de salida rondó los USD 80.000 millones, aunque en sólo cuatro años, básicamente por la crisis económica y de confianza que, justamente, desembocó en la desesperada firma del cuestionado acuerdo con el Fondo.

Pero si se revisaran las causas de la mencionada salida de capitales desde la explosión de la convertibilidad a fines del 2001 -ese año también registró un pico por la fuerte crisis del país- aparecerían varias decisiones de política económica durante el kirchnerismo que la gatillaron, sin que hubiera un acuerdo o dólares del FMI involucrados. En 2002, tras la salida del “uno a uno”, la formación de activos en el exterior fue de 7.394 millones de dólares.

El primer disparador del salto fue la intervención de los datos del INDEC a principios de 2007, que generó un virtual default a los bonos argentinos atados a la inflación y revirtió la incipiente pesificación del mercado de deuda local tras el default del 2001. Ese año, la salida fue de 8.880 millones de dólares.

De inmediato, la crisis con el campo en 2008 marcó otro hito, cuando se intentaron aplicar retenciones móviles desde el Ministerio de Economía que conducía Martín Lousteau, que terminó en un fracaso y en el quiebre interno del gobierno; por aquella crisis, Alberto Fernández dejó su cargo como jefe de gabinete.

Ese mismo año, el Gobierno impulsó la estatización de las AFJP y terminó de disparar la desconfianza, además de achicar casi hasta su inexistencia al mercado de capitales local por la falta de inversores institucionales. Con estas dos medidas -y la crisis de las hipotecas subprime de fondo- la salida de capitales fue de 23.098 millones de dólares en 2008.

En 2009 ascendió a USD 14.123 millones; 2010 a USD 11.410 millones y en 2011 a 21.504 millones de dólares. La implementación del cepo a partir de fines de ese año significó un torniquete, pero no la curación del problema: salieron 3404 millones en 2012, entraron USD 397 millones en 2013, pero en 2014 salieron USD 3248 millones y, en 2015, 8520 millones de dólares.

Este clima se vio reflejado en malos indicadores socioeconómicos registrados hasta fines de 2015, que casi no se pudieron revertir durante el mandato de Macri. En 2016 la salida fue de USD 9.951 millones de dólares, en 2017 de USD 22.148 millones, en 2018 de USD 27.230 millones y en 2019 de USD 26.870 millones. En 2020, con otro cepo, se redujo a USD 3231 millones.

Los analistas Fernando Marull y Fernando Baer coincidieron en señalar a Infobae que, hasta el inicio de la manipulación del INDEC, la canilla de salida de fondos había estado relativamente controlada, pero luego se desbordó y ya nunca se volvió a reducir, con o sin FMI.

“Hasta 2007 casi no había un gran torrente de salida de capitales, pero con el default generado por el INDEC empieza la redolarización”, señaló Marull.

Sobre el efecto del préstamo del FMI para “fugar” divisas, explicó que los organismos multilaterales le prestan dólares al Tesoro, que los utiliza o para cancelar deuda en divisas o en pesos, mediante operaciones cambiarias con el Banco Central, que, de este modo, acumula reservas.

Marull dijo que, para recrear las condiciones de confianza que disminuya la salida de fondos, “debería implementarse un programa fiscal para que la gente deje de pensar todo el tiempo en dolarizarse aun cuando hoy el tipo de cambio real está bastante en equilibrio en términos reales”.

Por su parte, Baer recordó que “la formación de activos externos del sector privado fue de USD 87.400 millones entre 2003 y 2011”. En general, esta salida “se relaciona a meramente a desconfianza, que deviene en caída de demanda de dinero y, si el Banco Central tiene reservas y no quiere convalidar depreciación del tipo de cambio, las vende”.

“Pero es interesante separar entre 2003-2007 y 2008-2015. En la primera parte, con confianza y salud en las cuentas fiscales -aunque se deterioró significativamente entre 2004 y 2007-, la demanda de dólares netos para ahorro fue de USD 17.300 millones. Con la crisis con el campo a principios de 2008 y luego la crisis internacional, la demanda neta fue de USD 85.000 millones”, precisó.

En Argentina, la combinación del “déficit fiscal, inflación, desconfianza y atraso cambiario generan, en algún momento, la caída en la demanda de pesos”, explicó.

En cuanto a la teoría del Gobierno de que con el dinero del FMI se facilitó la “fuga de capitales”, Baer explicó que “generalmente cuando el Fondo le presta a un país miembro es por un problema en la balanza de pagos; o sea, pérdida de reservas si tiene tipo de cambio fijo o algo parecido”.

Es decir, “el problema de demanda de dólares ya está instalado cuando ello ocurre. Luego, el dinero ingresa a la economía y fluye, como en cualquier sistema. Si el programa de estabilización es exitoso, uno diría que se soluciona el problema de balanza de pagos, aumenta la demanda de pesos y no habría correlación alguna”.

“Si el programa no funciona, por diversas cuestiones puede ocurrir, alguien podría argumentar que lo inverso vale. Pero en concreto, la economía funciona como un todo, no son compartimentos estancos”, aclaró.

Más allá de esta discusión sobre el pasado, Baer consideró que, para cambiar esta historia reciente, “se necesita un cambio de paradigma político y social; mientras que eso no ocurra, y que se restaure la confianza, que se pueda sostener en el tiempo, no lo veo”. “El deterioro de la confianza sobre Argentina es impactante. Tanto de inversores del exterior como locales”, concluyó Baer, tal como se refleja claramente en estos últimos tiempos en el nivel récord de riesgo país, pese a que pocos meses atrás el Gobierno cerró el canje de deuda y evitó el default con una alta participación de los bonistas.

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