A fines de los 90, la frase “piloto automático” fue popularizada en el ámbito económico por la decisión del equipo del ministro Roque Fernández de dejar que las condiciones del mercado guiaran la suerte de la economía argentina. La segunda mitad de esa década exhibió buen crecimiento económico, con sólidos indicadores, pero un constante deterioro en términos fiscales, de endeudamiento y en materia de desempleo, entre otros indicadores.
Los críticos de aquel momento sostenían que el mercado no puede ser el que guíe la situación de un país y reclamaban una política clara que impidiera un mayor impacto de la seguidilla de crisis externas: México, Asia, Rusia y Brasil, que ayudaron a detonar la crisis argentina del 2001.
Con grandes diferencias y aunque las comparaciones entre diferentes períodos de la historia siempre están sujetas a errores, actualmente el Gobierno también apuesta al “piloto automático”, ya que, en el año electoral, optó por atar su suerte a las buenas condiciones externas -como el alto precio de la soja y el potencial giro de unos USD 3000 millones del FMI- en lugar de promover condiciones sólidas para una recuperación sostenida a partir de medidas que apuntalen el ánimo de empresarios e inversores.
El nivel de riesgo país, que a priori parece un indicador muy lejano a la gente de a pie, refleja que hoy los mercados estiman que en 5 años podría haber otro default, aunque el Gobierno haya hecho hace seis meses un exitoso canje de la deuda.
Por lo tanto, aunque el dólar actualmente esté agazapado por la fuerte intervención del Gobierno con bonos y otras herramientas coyunturales, las causas de los desequilibrios no se han resuelto. Por esta razón, el ministro Martín Guzmán apostaba a tener un acuerdo en los próximos meses con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que por ahora aparece cada vez más lejano. Quedará para luego de las elecciones de octubre, afirman los analistas políticos. Pues entonces habrá que poner en pausa el país hasta entonces, rogando que el “piloto automático” permita recuperar el empleo, el consumo y la inversión que se hacen desear cada vez más.
Con estas medidas y el discurso del presidente Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa, comentaba hoy el jefe de un fondo de inversión de Nueva York, nadie está interesado en invertir en la Argentina, como muy bien lo explica hoy Florencia Donovan en La Nación. Aun con precios de remate, los activos argentinos pueden lucir caros si lo que se espera es que el Gobierno se apropie de más stocks, agregó el ejecutivo, contento porque el frío va quedando atrás en Manhattan y la campaña de vacunación se multiplica.
Sin buenas noticias en el campo de la economía y de la salud, el Gobierno parece apostar a “pasar el invierno” sin que aparezca ninguna sorpresa desagradable desde el exterior, con recetas probadas y fracasadas.
Por Martín Kanenguiser
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