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Alejandro Werner: «Que el Fondo no haga un programa es malo para la Argentina y para el FMI en América Latina»

El funcionario clave del FMI y ex auditor regional del Fondo, dijo en una entrevista en Infobae que no firmar un nuevo programa sería peor para las dos partes y relativizó la influencia de la política internacional sobre las exigencias que se negocian en términos fiscales y monetarios.

Artículo original publicado por Martín Kanenguiser en Infobae, el 14 de febrero de 2022.

El ex auditor regional del Fondo Monetario Internacional (FMI) Alejandro Werner afirmó que el Gobierno tuvo una estrategia inteligente para negociar con el organismo multilateral, aunque afirmó con el nuevo programa la inflación no cederá y el crecimiento económico no será más robusto.

En una entrevista por zoom desde Washington, el economista mexicano que auditó al país hasta el año pasado afirmó a Infobae que tanto para el FMI como para el Gobierno es mejor que se firme un nuevo programa, aunque no sea ambicioso en materia de reformas.

Además, relativizó la importancia de la influencia política de EE.UU. sobre el perfil técnico del nuevo acuerdo y afirmó que no tiene sentido que el Banco Central intervenga para bajar la brecha cambiaria si no se solucionan los desequilibrios económicos que enfrenta el país.

-Cuando el FMI afirma que llegó a un entendimiento pragmático, ¿es un eufemismo porque no podía lograr un compromiso de reformas serias y eso es mejor a que la Argentina no pague?

-Es la disyuntiva del FMI de tener a la Argentina en default, o avanzar con un programa que incluya compromisos de las autoridades más algunos elementos adicionales producto de la negociación, pero que sean aceptables para el equilibrio del gobierno. También pesa la convicción del Gobierno de las medidas que no son las mejores para el país.

-A la vez, varios analistas plantearon si el FMI no avala con su actitud lo que muchos analistas reprueban por su “riesgo moral” (moral hazard) al aceptar condiciones más flexibles a un país que a otros, que pueden reclamar lo mismo.

-Es así; hay seguramente gente que en el FMI que piensa que es mejor no tener un programa débil, que no corrija los desequilibrios económicos que explican la inestabilidad y el bajo crecimiento del país. Y también porque piensan en los impactos negativos que se generan porque otros países pueden pedir condiciones similares. Pero el moral hazard se exagera mucho; puede ser que otros países vean eso, pero no es la generalidad. No creo que cambie el paradigma de otros programas, porque difícilmente otros países quieren ser etiquetados como la Argentina. La duda principal es si es mejor que la Argentina esté afuera o adentro de un programa, tanto para el país como para el FMI, y claramente con un programa se evitan un escenario peor mientras se avanza en ciertas medidas. Es la mejor contribución que se puede hacer ahora.

-Sin embargo, observadores y analistas, como lo reflejó el Financial Times, creen que el FMI fue demasiado laxo al anunciar el entendimiento

-No coincido con esa visión. Que el Fondo no haga un programa es malo para la Argentina y para el FMI en América latina; las sutilezas de no firmarlo no se van a entender y lo que se va a ver es un país miembro que quería trabajar con la institución y que no pudo llegar al acuerdo. Está claro, a la vez, que los problemas de Argentina no fueron creados ni serán solucionados por el FMI. Al final del día, esto se da en un contexto de origen político por un conflicto distributivo que tiene que ver sobre qué tamaño del Estado quiere tener la Argentina y cómo lo financia. Mientras no resuelve este dilema, se generan instrumentos más distorsivos como los controles de precios y al comercio exterior con una visión de corto plazo, que genera a su vez a menor inversión y crecimiento.

Los problemas de Argentina no fueron creados ni serán solucionados por el FMI; el problema es el tamaño del Estado que quiere tener la Argentina y cómo lo financia

En este sentido, el FMI puede haber contribuido a decisiones pero no es el jugador principal. La nota del Financial Times da a entender, con un tono imperialista, que el FMI puede cambiar a la Argentina; si el FMI quería imponer un programa mejor, hubiese sido malo si la Argentina no lo aceptaba. La disyuntiva era ser socio, o, de lo contrario tal vez plantear una refinanciación sin metas, para que el país no caiga en atrasos. Seria parecido a la negociación actual pero sin el mismo andamiaje legal que un nuevo programa.

-¿Es real y concreta la influencia de los principales accionistas sobre la negociación de un programa, como se suele mencionar? ¿Si un funcionario de EE.UU. quiere que haya un acuerdo con la Argentina, se firma?

-La influencia de los principales accionistas en la discusión del programa está totalmente exagerada. Como funcionario del FMI tenés un continuo diálogo con los países miembro, se discuten cosas. Y ahí se transmiten mensajes implícitos porque puede haber intereses de inversiones de esos países. Pero eso no quiere decir que se meten en los detalles de la meta monetaria o fiscal. Lo mismo vale para el programa con Macri, porque la directora gerente, Christine Lagarde actuó como pararrayos de esas presiones. Al final del día, hay que decidir si el país entra en default o tiene un programa. La decisión de tener un programa sensato y realista, que es la mejor posible, queda en manos de la directora gerente y del staff, no lo juzgan los accionistas.

La influencia de los principales accionistas en la discusión del programa está totalmente exagerada; hay un diálogo continuo pero eso no quiere decir que se meten en los detalles de la meta monetaria o fiscal.

La discusión con los accionistas es por la gran estrategia. También es ingenuo pensar que este es un organismo técnico, porque los dueños son países, con intereses políticos y diplomáticos y eso se materializa, pero en forma sutil, de mediano plazo. Y a veces las tácticas de presión de los países deudores son contraproducentes. Por ejemplo, tratar de influir sobre una administración norteamericana por medio del congreso. Jamás se me hubiera ocurrido hacerlo como funcionario mexicano. A los congresistas les importan poco los sobrecargos por más que firmen una carta para reducirlos.

-Justamente el Gobierno se enfocó, al menos en términos políticos, en pedir una reducción de los sobrecargos y en plantear si podía firmar un programa a 20 años. ¿Fue un buen planteo?

-Creo que la estrategia de negociación fue tremenda exitosa para las preferencias del gobierno argentino: fue como plantear que quería llegar a la Luna cuando solo podía llegar a Chascomús. Si plantear los sobrecargos y un mayor plazo fue una bandera para lograr concesiones como las que logró, fue inteligente y me sorprende que mucha gente no haya entendido que logró sus objetivos, por más pobres que fueran. Claro que eso estuvo bien a nivel técnico y no político, porque ¿cómo nos hubiéramos sentido si en América latina se metía alguien de Estados Unidos sobre nuestros legisladores? En Estados Unidos es totalmente legal el lobby, pero ¿cómo sería visto en Brasil por ejemplo si alguien quiere influir sobre los legisladores por cuestiones vinculadas al cambio climático? Eso no termina ayudando al nuevo programa en términos tácticos porque el país tiene que afrontar revisiones cada tres meses por varios años.

Creo que la estrategia de negociación fue tremenda exitosa para las preferencias del gobierno argentino: fue como plantear que quería llegar a la Luna cuando solo podía llegar a Chascomús.

-Si se firmara el programa, ¿la Argentina tendría más inflación y menos crecimiento en 2022 que en 2021?

-El programa no va a generar condiciones para una reducción sostenida de la inflación de ahora a 2 o 3 años. En realidad, por un lado, al reducir el financiamiento del Banco Central al Tesoro, eso ayudará a que la inflación baje, pero al mismo tiempo se realinearán los precios relativos, lo que generará una mayor suba de precios. Esos dos factores en choque se van a equilibrar en los próximos 2 años y se reflejarán en una inflación más o menos parecida a la actual, tal vez más alta en 2022 y luego parecida en 2023. Pero, sin un programa, el país iba a tener menor inflación en el corto plazo pero eso iba a presionar más la brecha por la vía de un mayor financiamiento monetario y eso llevaría a más inflación. Sin programa, la posibilidad de un escenario de descontrol financiero y una inflación de 3 dígitos hubiera sido más alto. Por otro lado, desde el punto de vista del crecimiento, a veces hay un análisis un poco miope de las fuentes de crecimiento en la Argentina, cuando se pone demasiado énfasis en la restricción de divisas como barrera al crecimiento, ya que hacen hincapié en el manejo de la demanda agregada de corto plazo sin explicar cómo éste factor incide justamente sobre la restricción de divisas y por ende sobre el crecimiento de mediano plazo. Por supuesto que con la recuperación pospandemia, una baja capacidad instalada y algunos estímulos fiscales, ayudan, pero cuando se regresa a niveles normales de actividad económica, la lógica de la restricción de divisas es la que va a determinar el crecimiento en la Argentina. Y en la medida que el programa con el FMI logre generar algunos flujos netos positivos con otros organismos multilaterales y que el flujo neto de divisas de los exportadores mejore porque habrá mayor previsibilidad en los próximos meses, eso determinará que el crecimiento va a ser mayor que si no hubiera habido un programa del FMI.

-¿Qué influencia tienen Rusia y China en el directorio del FMI y cómo suelen actuar en esa instancia: parecido a otras potencias o en forma autónoma?

-En mis nueve años en el FMI Rusia nunca fue relevante en las discusiones sobre los programas de la región; cuando se habló de la posibilidad de un programa en Venezuela, se pensó qué pasaría si Rusia se involucraba, pero nunca pasó. En cambio, China es mucho más influyente; en los años que estuve hubo una progresión de ese país para ir institucionalizando su relación financiera los con países emergentes. En este sentido, pasó de una posición muy vinculada al tema de commodities y el apoyo financiero a crear instituciones con un foco más amplio y decisiones más alineadas con procesos de los organismos multilaterales, como el marco común que se firmó hace dos años. Así que China juega un rol más cooperativo que antes, pero con un sistema de toma de decisiones menos transparente y con cierta ambigüedad. Su estrategia no es patear el tablero, pero tardan más que el resto.

-¿Le permitirá el FMI al Gobierno intervenir en el mercado cambiario para reducir la brecha?

-Muy difícilmente uno puede pensar que las causas de la brecha se solucionan con una mayor intervención en el mercado cambiario, porque este fenómeno responde a desequilibrios macroeconómicos. Si la brecha no se cierra porque no existe la percepción de que hay mayor coherencia en la política económica, entonces intervenir no sirve, porque al final del día la intervención deja más débil el balance de las reservas. Eso no quiere decir que en un período determinado, en una coyuntura, no tenga sentido apoyar cierta intervención cambiaria. Pero en la Argentina, con la cuarta inflación más alta del mundo y la infinidad de controles que tiene, el diagnóstico es que el problema cambiario es la consecuencia de problemas más profundos. E intervenir ahora es contraproducente. Es como pensar que el problema argentino es la deuda; aunque es verdad que la crisis se manifiesta en este fenómeno, la deuda es la consecuencia de los problemas distributivos no resueltos, que cada tanto generan más deuda e inflación.

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