Artículo publicado por Martín Kanenguiser para Infobae (12 de marzo)
En 1991, la sociedad argentina comenzaba a dejar atrás los efectos atroces de la hiperinflación de 1989 y 1990 en el final del gobierno de Raúl Alfonsín y el inicio de la gestión de Carlos Menem.
Fue entonces, en octubre de 1991, hace 32 años, cuando se registraron por última vez tres dígitos de inflación hasta la cifra que anunció hoy el Indec para febrero de este año.
En marzo de 1991 se puso en marcha el plan de convertibilidad que Domingo Cavallo había pensado desde fines de los 80, acompañado por una serie de reformas estructurales que, a la vez, generaron consecuencias negativas en términos de desempleo.
Cavallo reemplazó a Antonio Erman González a fines de enero de 1991 con una deuda pública de USD 50.000 millones y cinco años más tarde se fue con un stock de USD 85.000 millones.
El domingo 15 de marzo Cavallo convocó a sus principales colaboradores, Horacio Liendo y Juan José Llach, para reflotar el plan de convertibilidad que le propuso a Carlos Menem sin éxito para aplicar en 1989. Los tres discutieron durante una hora el nivel de la futura paridad cambiaria. Llach quería que, antes de cambiar la moneda, el dólar llegara a 11.000 australes mientras que Cavallo había pensado en mantener una banda de flotación de 8.000 a 10.000. Después de una hora, Liendo intentó cortar el debate con una llamativa anécdota:
— Alfonsín siempre tuvo un subconsciente hiperinflacionario, porque pensó que cada serie del austral debía imprimirse con el rostro de un presidente diferente, empezando con Rivadavia; así que, cuando se llegara al propio Alfonsín, ya hubiésemos volado por los aires. Como en ese camino debía aparecer Carlos Pellegrini en el billete de 10.000, pensé que había que dejarlo ahí, porque me inspiré en su figura para este plan.
Cavallo aceptó el curioso argumento de Liendo y cinco días más tarde anunció el plan de Convertibilidad. El Banco Central pasó a estar obligado a mantener la relación entre las reservas y la base monetaria para sostener el precio de 10.000 australes por dólar, se suspendieron las cláusulas indexatorias de los contratos y el Poder Ejecutivo quedó facultado para un cambio de moneda que se concretaría el 1 de enero de 1992.
El proceso de desinflación fue incesante: en marzo la inflación llegó a un nivel interanual a 287%, en junio a 200%, en agosto a 144% y en octubre al 102,4 por ciento. Desde ese mes, nunca había vuelto a tocar los 3 dígitos, hasta ahora.
La sociedad, alegre por haber obtenido la Copa América en julio después de 32 años sin logros continentales, comenzaba a ver los frutos del proceso de transformación.
Ese año, además, Prince daba su único recital en la Argentina, Soda Stereo despertaba pasiones con su show en la avenida 9 de Julio y Daniel Scioli se casaba con Karina Rabolini.
Después de una caída fuerte del PBI (-2% en 1988, -7% en 1989 y -1,3% en 1990), la actividad económica rebotó el 10,5% en 1991 y 10,3% en 1992; el promedio anual de crecimiento económico fue del 6% entre 1990 y 1998, contra una importante caída en la década anterior por la crisis regional de la deuda y las pésimas condiciones que heredó el gobierno de Alfonsín del gobierno militar 76-83.
De hecho, el peronismo obtuvo en las elecciones legislativas del 91 un triunfo con el 40,8% de los votos, seguido por la UCR con el 28,8%, la Ucedé con el 6,2% y la Unidad Socialista el 5,6 por ciento.
La inflación siguió en franco descenso: 17,6% en 1992, 7,4% en 1993, 3,9% en 1994 y 1,6% en 1995.
A la vez, se recuperó el crédito y los salarios ganaron poder adquisitivo, aunque aumentó la desocupación al 17,5% en el año del efecto Tequila, cuando la actividad económica cayó el 2,8 por ciento, aunque se recuperó en 1996 con un rebote del 5,5%, que se mantuvo en 1997 (8,1%) y 1998 (3,9%), hasta que cayó el 3,4% en 1999.
La pobreza, que había llegado al 40% en 1990, bajó al 20% en 1994% y saltó hasta el 57% en 2002, para estacionarse en el 31% en 2006, el último año de mediciones oficiales confiables hasta 2016. En 2022, terminó cerca del 40,9 por ciento.
En 2001, la convertibilidad volaba por los aires fruto de la falta de reformas para eliminar el déficit fiscal (se pasó de un superávit cercano al 2% del PBI en 1992 a un rojo del 3% en 1996, que llegó al 4% en 2001) y de la pérdida de competitividad ante la apreciación del dólar. En 2002, la inflación llegaría al 40%, aunque varios expertos pronosticaban otra hiperinflación y luego comenzó a descender de la mano de un superávit fiscal que se mantuvo en los primeros años del kirchnerismo.
La historia desde 2007 resulta más opaca por la distorsión de las estadísticas del Indec. Mientras que el organismo oficial informó una suba del 159% entre 2007 y 2015, el estudio ECO GO de Marina Dal Poggeto reveló que la inflación fue del 489%. En los últimos meses, la ex presidenta y actual vicepresidenta Cristina Kirchner convalidó esa diferencia al referirse a la suba de precios de los últimos años de su mandato presidencial.
Aunque Mauricio Macri afirmó que derrotar la inflación sería fácil, acumuló una suba de precios del 295,7% cuando el Indec volvió a informar las cifras verdaderas y Alberto Fernández ya superó el 300% desde que asumió en diciembre del 2019.
Dado que los analistas prevén que la inflación se acerque nuevamente al 100% este año tras el 94,8% del 2022, la pesadilla de la constante suba de precios está lejos de terminar. Y el índice de febrero ha sumado otro elemento para desilusionarse.
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