¿Puede observarse la Argentina en el espejo de Israel para imaginar cómo será la salida de la pandemia? En términos económicos, al menos debería intentarlo: el PBI israelí crecerá entre 5% y 6% este año luego de haber caído 2,4% en 2020, mientras que la Argentina llegaría, según la estimación oficial, un crecimiento del 6% o 7% luego de haber registrado la peor recesión del G20 el año pasado con un retroceso del 9,9%, continuado de la recesión del 2018 y 2019, y más aún en términos ajustado por habitante.
En 2019, según la OCDE, Israel fue la 30 economía en el mundo, en términos de su PBI y 21 en términos de su PBI per cápita. Exporta básicamente a Estados Unidos, China, Hong Kong, Gran Bretaña y Países Bajos, e importa de Estados Unidos, China, Alemania, Turquía e Italia.
De hecho, las comparaciones coyunturales y apresuradas pueden llevar a conclusiones equivocadas: la Argentina sufre una inflación crónica desde hace décadas -con una pausa entre 1992 y 2001- mientras que Israel dejó atrás este problema a fines de los 80. Este año, los analistas proyectan una inflación del 0,9% en aquel país y del 48% en la Argentina. Su PBI per cápita a fines del 2020 era de USD 44.800 y el de Argentina de USD 8500, respectivamente.
En 2019, según la OCDE, Israel fue la 30 economía en el mundo, en términos de su PBI y 21 en términos de su PBI por habitante
Pero, al menos durante el gobierno de Benjamín Netanyahu, se observaron continuas protestas sociales porque la población reclamaba mayor protección económica y el líder del Likud terminó perdiendo las elecciones después de una larga hegemonía política, pese a la muy exitosa campaña de vacunación contra el Covid que pudo llevar a cabo. El 58 por ciento de la población israelí está vacunado con dos dosis, frente al 8% en la Argentina.
Sin embargo -y la derrota de “Bibi” es un ejemplo de esto- la economía israelí enfrenta numerosos y profundos desafíos, según los expertos consultados por Infobae. Y, si algunos analistas argentinos reclaman mirar “un poco más allá de la coyuntura”, tal vez resulte útil no sólo observar con lágrimas en los ojos cómo aquel país pudo tener un exitoso y perdurable plan de estabilización hace casi cuatro décadas y la Argentina no, sino también cómo el país de Medio Oriente se desafía así mismo en forma permanente para mejorar sus perspectivas.
La economista Karnit Flug, ex presidente del banco central de Israel y economista del FMI y el BID dijo desde Tel Aviv que un punto de quiebre para lograr algunas de las mejoras que se necesitan es que se haya formado un nuevo gobierno bajo el mando de Naftali Bennett, luego de dos años de elecciones continuas y un escenario de empantanamiento político; esto se traducía, entre otras cuestiones, en que no se podía votar un nuevo presupuesto.
“El hecho de tener un gobierno electo es una buena noticia porque ahora se podrá aprobar el presupuesto luego de dos años de parálisis. Estamos saliendo bien de la crisis del covid-19; el efecto económico fue algo más suave que en otros países, en parte por la importancia del sector de alta tecnología, que es el 15% del PBI. Este sector no solo no sufrió, sino que además logró un aumento de la demanda durante este último año”, resaltó esta economista egresada y profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalem (HUJI) -la casa de estudios más importante de Israel y que ocupa el puesto 64to. del Centro de Rankings Universitarios Mundiales-, además de ser doctora de Columbia.
Sin embargo, aclaró que “el desempleo es alto, cercano al 10% y hay ciertos sectores a los que les costará recuperarse y necesitamos un presupuesto que refleje el actual estado y las necesidades de la economía, además de cuestiones que no fueron debidamente abordadas antes de la pandemia”.
En este sentido, destacó Karnit Flug que, junto con el presupuesto, se debatirá una ley que permitirá encarar “una serie de reformas que son muy difíciles de aprobar sin el presupuesto, que fue diseñado en 2018 y fue extendido en una forma que no cambió las prioridades más allá de algunas reasignaciones presupuestarias que se aprobaron durante la pandemia”.
“Hay muchas áreas que deben ser atendidas para reducir algunas barreras a la importación, la construcción de viviendas -porque aumentaron mucho los precios de las viviendas mientras el gobierno controla la tierra no construida, por lo que hay siempre más demanda que oferta de tierra- y otra área clave es cómo promover el crecimiento de la productividad”, precisó. Este último problema no se relaciona con el área de “high tech”, sino con el 85% restante del PBI, que concentra el 91% del empleo del país.
“Hace falta un gran aumento de la inversión en infraestructura y esto incluye transporte público, energía verde, en capital humano y en reducir una burocracia que es lenta”, indicó. Claro está, como ocurre en casi todo el mundo después de los fuertes paquetes de estímulo fiscal vertidos durante la pandemia, “el gran desafío es cómo financiar todas estas necesidades, porque la nueva coalición que ganó las elecciones explicó durante la campaña cómo iba a encarar estas cuestiones, pero no dijo nada sobre cómo financiarlas”.
Y el problema no es sólo retórico: “El nivel de deuda-PBI, que estaba bajando antes de la crisis, pasó a fines del 2019 al 2020 del 60% a 73% del PBI y este año llegará al 77%”, precisó. Nada que un país con una calificación de grado de inversión no pueda manejar (cabe recordar que la Argentina tiene una de las notas más bajas para las agencias de riesgo, un porcentaje de deuda-PBI del 91% y está afuera del mercado desde hace cuatro años), pero algo que preocupa cuando se cuidan las finanzas públicas de mediano plazo.
Por lo tanto, “la capacidad para hacer todas estas reformas será compleja, porque no es sencillo subir impuestos en este momento”, admitió Flug, quien consideró que, al menos, “lo primero que debería hacer el nuevo gobierno es revisar las exenciones impositivas para chequear si están socialmente justificadas o no”. Claro está que, como ocurre en otras latitudes, cada exención tiene un grupo de presión difícil de enfrentar.
El efecto económico del conflicto con Hamas
En este análisis que hace Israel sobre su situación económica no influye demasiado el largo y sangriento enfrentamiento que mantiene con el grupo terrorista Hamas, ni siquiera por el último capítulo, que provocó la caída de más de 4000 misiles hasta sobre Tel Aviv y Jerusalem.
“Lamentablemente estamos acostumbrados a este tipo de situaciones. En general tienen un impacto económico limitado y en este caso fue menor aún; el efecto del enfrentamiento del 2014 (el más fuerte antes del transcurrido este año) fue de alrededor del 1% del PBI, pero de ese total, dos tercios se relacionaron con la reducción del turismo, que este año ya estaba frenado por el coronavirus. Sí afectó con el aumento del gasto en defensa, pero en términos generales eso estaba contemplado”, afirmó la primera mujer en haber ocupado la titularidad del banco central de su país.
“La economía israelí en términos generales es bastante sólida ante este tipo de shocks. No quiere decir que no hay efectos de largo plazo por estar en conflicto permanente, pero esa es otra cuestión”, señaló.
Sobre esta cuestión, el economista Dany Bahar, investigador senior en The Brookings Institution, dijo que sólo el 1,3% de las importaciones de Israel vienen de los territorios palestinos. “Hay poca interdependencia económica, más que nada a través del mercado laboral: básicamente hay una gran cantidad de palestinos de Cisjordania que trabajan en Israel, casi nada de Gaza. Y existe una brecha muy importante de sueldos si trabajan en Israel, donde duplican su sueldo”, explicó.
El efecto económico de los acuerdos de paz con países árabes
Por otra parte, Flug contó que todavía es difícil medir el potencial efecto económico de los acuerdos de paz firmados en los últimos tiempos con algunos países árabes, como Marruecos, Emiratos Árabes, Barein y Sudán. “Creo que ayudarán porque abren nuevas áreas de inversión y cooperación; y el hecho de que la región tenga esta situación es bueno, aunque todavía es prematuro para cuantificarlo”, admitió.
En este sentido, destacó que aquel Israel que dependía mucho del exterior para cubrir sus necesidades energéticas, ha ido quedando atrás. “Israel está reduciendo sus necesidades de importar energía, porque encontró mucho gas natural en sus fronteras y hasta lo está exportando, lo cual redujo las importaciones de petróleo”, explicó.
Bahar afirmó que, por ahora, “el efecto económico es marginal y tiene que ver más con el turismo; por ejemplo, los israelíes que van a Dubai”.
“A nivel macroeconómico Israel es una economía bien establecida. En cambio, los nuevos socios o son pequeños (Dubái y Bahréin) o pobres (Sudan). El primer socio israelí es Europa con 30, Asia 30%, y luego 20% Estados Unidos. Estos acuerdos pueden cambiar cuestiones puntuales, abriendo oportunidades de inversión de empresarios de Dubái, es bueno pero marginal, porque Israel va a seguir teniendo a los otros mercados como los principales”, opinó. De inmediato, aclaró que si hubiera un acuerdo con Arabia Saudita, “eso puede ser un game changer”.
En este sentido, el experto en comercio internacional Marcelo Elizondo dijo a Infobae que “el comercio internacional es un gran generador de paz y prosperidad; y el ejemplo más grande es la Unión Europea”.
“Un error de la comunidad internacional es no haber generado más comercio en Medio Oriente, porque solo se pensó en la agenda más urgente, que es la seguridad. Además, hay un gran desequilibrio entre la sofisticación de Israel y del resto de las economías de la región, aún por parte de países como Líbano, que fueron sofisticados antes; esto dificulta la integración porque son economías poco complementarias entre sí”, expresó el titular de la consultora DNI.
La presión en el partido demócrata en Estados Unidos
Por otro lado, Flug relativizó la importancia de las iniciativas del ala más de izquierda del partido demócrata del congreso de EE. UU. que promueven una reducción de la ayuda militar a Israel. En primer término, porque tienen muy escasas (o nulas) chances de ser aprobadas por la importancia clave de Israel como aliado norteamericano en la región y, en segundo lugar, porque “Israel es definitivamente mucho menos dependiente de la ayuda extranjera que en el pasado”, explicó.
“La cooperación es más importante en el área de defensa, está en nuestro mutuo interés mantenerla así y sería malo que ese sentimiento cambiara, pero lo veo en términos más amplios que desde lo financiero”, aclaró.
Dado este panorama, pronosticó que este año Israel experimentará “una recuperación del 5-6 por ciento, algo que es realista después de una caída del 2,5% del 2020, por la exitosa campaña de vacunación y porque las restricciones prácticamente han desaparecido”. Sin embargo, aclaró que “una parte de esta perspectiva depende de la recuperación total de la economía global, ya que somos una economía muy abierta y una parte de la reactivación depende del turismo, pero estamos en el camino correcto”.
En tanto, Bahar consideró que hay lecciones que la Argentina en particular y América latina en general pueden tomar del modelo israelí. “La historia de Israel es interesante en este sentido en los 80. Algo clave fue el contrato social, la confianza entre el gobierno y los diferentes actores de la sociedad: sindicatos y empresarios, en un gobierno de unidad nacional. Eso fue exitoso y es lo más difícil de replicar porque en América latina hay menos confianza hacia los gobiernos. Eso fue más importante que la teoría económica”, concluyó desde Washington.
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