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¿El Gobierno tendrá en cuenta lo sucedido en 2009 y 2013 para definir sus pasos a seguir?

Mientras define su rumbo post PASO, el kirchnerismo debe fijarse qué sucedió en esas dos elecciones adversas.

Artículo original publicado por Martín Kanenguiser en Infobae

Cuando no existen planes claros sobre el futuro, la tentación habitual es recurrir a las medidas que se adoptaron en el pasado, aunque hayan tenido pobres resultados.

Este puede ser el caso del Gobierno en general o del kirchnerismo en particular, que puede observar por el espejo retrovisor cuando perdió dos elecciones de medio término, en 2009 y 2013, para analizar qué rumbo quiere adoptar ahora.

Los rumores que dan cuenta de la idea de la vicepresidenta Cristina Kirchner de buscar una solución en su ex ministro de Economía y actual gobernador, Axel Kicillof, reflejan esta actitud revisionista, aunque el mandatario bonaerense no haya mostrado mejores resultados electorales que el resto del oficialismo el domingo pasado.

Cabe recordar que, en 2009, después de la derrota frente a la alianza opositora de Felipe Solá -actual canciller de Alberto Fernández-, Mauricio Macri y Francisco De Narváez, el gobierno de Cristina Kirchner apeló a un combo de heterodoxia (tras haber estatizado el régimen de jubilaciones para contar con la caja previsional) y algo de ajuste fiscal para llegar con buena salud política a las elecciones del 2011, donde arrasó con un triunfo del 54%. Fue la elección en la que prometió ir “por todo”, aunque luego de aquella victoria tuvo que implementar un duro cepo porque la fuga de capitales había llegado a unos 80 mil millones de dólares desde que asumió Cristina Kirchner en 2007.

En 2013, el kirchnerismo perdió contra Macri y contra el Frente Renovador de Sergio Massa y luego intentó corregir el rumbo con una devaluación llevada adelante por Kicillof a principios del 2014, mientras el gobierno terminaba de perder la confianza de los inversores –tal como quedó reflejado en las sentencias que lo llevaron a un nuevo default- y de la sociedad, que se tradujo en la victoria de Cambiemos en 2015.

Sin embargo, si la decisión oficialista consistiera en resucitar estos dos precedentes para rescatar lo mejor de aquellos años, la pregunta sería si están dadas las condiciones para repetir las reacciones posteriores a aquellas dos derrotas legislativas.

Y la respuesta categórica de ex funcionarios y economistas consultados por Infobae es negativa, porque la inflación de aquel entonces -aunque no se sabía el nivel real por la manipulación del Indec- se acercaba al 20% y no al 50% actual, y todavía había abundantes reservas en el Banco Central para pagar la deuda soberana.

“No están esos stocks, como en 2009, cuando además se intentó hacer algo de ortodoxia con el arreglo con los acreedores en default -de hecho, se hizo el canje del 2010- y acordar con el FMI. No existe financiamiento como en aquel entonces para bancar una expansión del gasto público más allá de un par de meses y, si la gente percibe que le van da dar plata en forma transitoria, no va a cambiar su voto”, expresó con crudeza un dirigente clave del equipo económico de aquel entonces.

El riesgo, acotó, es que el Gobierno “ponga plata en la calle” como repiten muchos y, aunque logre acortar la distancia con la oposición, no gane en noviembre y acentúe los desequilibrios actuales, con más inflación y brecha cambiaria, antes de un 2022 con vencimientos por más de USD 20.000 millones.

El propio ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, comparó ambos contextos, cuando respondió a las críticas del ex ministro y ex vicepresidente de Cristina Kirchner, Amado Boudou, a la política actual: “Me encantaría contar con la situación económica que tenía la Argentina cuando él era ministro”, expresó.

¿Y la salida Kicilof del 2014? “No se puede porque la inflación actual duplica la de aquel entonces y, si devalúan mucho, casi todo se puede ir al dólar blue”, agregó el hombre de paladar negro del justicialismo. Además, las condiciones políticas son muy diferentes, aclaró un integrante de ese equipo económico: “Cristina no es la presidenta y todo el oficialismo tiene el diagnóstico de que la culpa de la derrota es del otro”.

Además, aclaró que para devaluar como en 2014, hay que tener un colchón de unos USD 12.000 millones que le permita llegar al Gobierno sin mayores sobresaltos hasta el final de su mandato en 2023, tomando en cuenta el crecimiento de las exportaciones, de las importaciones, la economía creciendo al 3,5%, los pagos de deuda soberana (suponiendo un acuerdo con el FMI) y ciertos fondos para el pago de algo de dividendos, deuda corporativa y “algo” de dólar ahorro.

Al respecto, el director asociado de ECO GO, Sebastian Menescaldi, dijo que “el Gobierno puede intentar salir a repartir algo de plata en el corto plazo, pero como las condiciones económicas y financieras difieren significativamente de 2009 y de 2013, los grados de libertad son mucho menores”. “Recordemos que tienen que firmar en el corto plazo un acuerdo con el FMI y que cualquier impulso del gasto que implique una mayor emisión rápidamente se vuelca a los precios, dada la inestabilidad de la demanda y las expectativas negativas que existen sobre el peso”, advirtió el economista.

En tanto, el director de Analytica, Ricardo Delgado, dijo que “la épica del 2009 no se puede replicar ahora porque ese año, luego de la gran crisis internacional, hubo un fuerte rebote de los precios internacionales de las materias primas en 2010 que permitió financiar la expansión del gasto de esos años”.

“En la reelección de Cristina además estaba recién hecha la expropiación de las AFJPs y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad que se utilizó para fomentar el crédito esos años. Además, el nivel de reservas del Banco Central era alto. Ahora no están presentes ninguno de esos elementos”, detalló Delgado.

En relación con la posibilidad de repetir la devaluación de Kicillof del 2014, Delgado opinó que “un salto devaluatorio es probable y debería ser discreto para poder manejarlo, no mucho más del 15 o 20 por ciento y no de una sola vez”.

En tanto, Camilo Tiscornia, socio de C&T, sostuvo que “el gobierno no estaría en ninguno de los dos caminos, porque van a tratar de evitar una devaluación al menos hasta las elecciones de noviembre, y después tal vez devalúen un poco más que ahora, pero no todo de golpe y ajusten algo del lado de las tarifas”.

“Todo esto lleva a un panorama con mayor déficit fiscal para 2022 y, si tiene que hacer algún tipo de ajuste, lo hará por el lado de subir los impuestos más que por el gasto, porque creo que van a tratar de seguir por el mismo rumbo antes que de corregirlo”, expresó.

Esta opinión fue corroborada por la fuente del justicialismo, que indicó que, antes de optar por un cambio de reformas que puedan resultar virtuosas en el mediano plazo, “Cristina va a elegir cuidar a su electorado más fiel, con un aumento de gasto, aunque la gente en los barrios no pide transferencias, sino más trabajo”. En todo caso, las consecuencias de esta nueva expansión fiscal, como suele ocurrir, las pagará el que sigue.

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